viernes, 27 de junio de 2008

Hego-haizea



El viento del sur se arremolina en los cañadones, arranca las últimas hojas, alisa las nubes, que descargan su plumaje helado. Miríadas de cristales van cubriendo las formas, cuya identidad se oculta así bajo el velo níveo.

Ahora toda la escena se aquieta y silencia; se suspende en el tiempo.

Entretanto, en las profundidades de la tierra y bajo la piel de las ramas desnudas la vida se fecunda a sí misma, dilatando sus propias arterias.

Pujanza y sigilo se ligan para el gran estallido final...

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